Analizando las hipótesis de partida del posible homicidio
del empresario sureño, ocurrido el pasado martes 15.
Cuando tiene lugar un asesinato en Canarias, algo poco frecuente,
aunque a veces se perciba lo contrario, rápidamente la prensa quiere contar con
una historia completa que relatar a sus lectores. Esto en muchas ocasiones,
termina en consultas a expertos en criminología o psicología criminal, que, con
pocos datos, poco podemos establecer.
El crimen de Raimundo Toledo, no ha sido una excepción, ya no
sólo por lo conocido del empresario granadillero, sino por las especiales
circunstancias de su supuesto secuestro en la calle 25 de julio de la capital
santacrucera, asesinato en lugar por determinar y aparición de su cuerpo en el
maletero de su coche en llamas en San Miguel.
Sin embargo, si puedo relatar en este artículo cómo es el
proceso a seguir para analizar y perfilar un caso tan particular como el de
Raimundo, y lanzar de manera provisional alguna hipótesis que a medida que
avance la investigación y la información, podrán reformularse o afianzarse.
En primer lugar, debemos de analizar a la víctima, en todos
sus aspectos: familia, trabajo, pareja, economía, salud, enfermedades, etc,
cuestión obvia en la que tanto la Policía Nacional como Guardia Civil han
profundizado de seguro. Esta información se obtiene a través de numerosas
entrevistas a conocidos, amigos, compañeros de negocios, familiares, estudios
financieros, médicos, etc. Este proceso nos permite hacer lo que se denomina
una “autopsia psicológica”, es decir, determinar cómo era en este caso
Raimundo, y lo más importante, cuál era su “vulnerabilidad criminal”. Con éste término, nos referimos simplemente a
pensar en para qué tipo de delitos puede ser más propensa una víctima. En este
sentido, y entendiendo que era un empresario de éxito, con una amplia familia,
hemos de pensar como principal posibilidad, aunque no la única, en un posible
crimen con connotaciones económicas donde la relación familiar puede haber sido
importante (desacuerdos por herencias, amigos de amigos que conocían su
solvencia y tal vez excesiva confianza, etc). Esto obviamente nos puede ayudar
a establecer un posible móvil del crimen provisional, pero que puede cambiar a
medida que avanza la investigación.
En segundo lugar, tenemos que tener en cuenta las
circunstancias del crimen, en cuanto a un posible rapto cerca de donde vivía,
lo cual nos indica una confianza y conocimiento de sus rutinas por parte
del/los responsables. Tiene que ser alguien que conozca de las mismas, alguien
cercano y a demás atrevido, ya que no escoge un lugar sin testigos o menos
transitado que el lugar donde fue raptado en una céntrica zona de Santa Cruz.
Los responsables, se sienten seguros y actúan con confianza. Es posible que pensaran
que la víctima no iba a ofrecer resistencia.
En tercer lugar, tendríamos un escenario donde aparece el
cuerpo de la víctima en el maletero de un coche en llamas. ¿Realmente un asesino
puede llegar a creer que un cuerpo en un maletero o simplemente en un coche en
llamas puede ayudar a simular una muerte accidental? No parece esa la respuesta
lógica. Más bien parece tratarse de la intención de borrar huellas o indicios
que pudieran inculpar al autor, no la causa de la muerte. Por otro lado, la
distancia entre el lugar del secuestro y el hallazgo del cuerpo, unos setenta kilómetros (sobre una hora en
coche), nos hablan de la necesidad de un traslado a alguna zona donde tuvo
lugar el crimen o el intento de ajuste de cuentas, robo, extorsión, etc.
Tan importante como el escenario físico de un crimen, es el
escenario temporal. En este caso, la hora del secuestro, a plena luz del día, y
la del hallazgo del vehículo en llamas, las diez y media de la noche, nos
hablan por un lado de exceso de confianza, y por otro de subterfugio. Es
probable que el cuerpo permaneciera escondido varias horas hasta que la noche
permitió su traslado hasta el Mirador de La Centinela, con más confianza y
seguridad de no ser descubiertos.
Una de las teorías que han circulado es la posibilidad de un
secuestro exprés, pero si analizamos todo en su conjunto, veremos que en ese
caso los responsables ya tendrían preparado un plan de escape de la isla, y lo
hubiesen llevado a cabo tanto con el éxito del crimen como con su fracaso,
entendiendo que el fracaso sería no conseguir que la víctima abriera una caja
fuerte, les diera efectivo, etc. Por tanto, parece más la reacción de alguien
que ha tenido que improvisar sobre la marcha y que no tiene manera de huir de
la isla sin ser detectado. Una persona o personas a las que la situación les ha
desbordado e improvisan soluciones a problemas, según se les presentan.
En síntesis, nos encontraríamos probablemente con dos hombres
con experiencia y confianza en el enfrentamiento físico y la amenaza, con algún
contacto familiar o muy cercano a la víctima, que sirvió de gancho y/o
informador, en un crimen ocasionado por una situación que se sale del plan
establecido inicialmente, y donde el móvil económico y posiblemente personal,
hizo obrar a los autores con un exceso de celo y confianza, que por alguna
extraña circunstancia se vio truncado, obligándolos a mal-improvisar en lo que
en criminología llamamos la situación post-delictual.
Lo que parece claro es que la rápida y eficiente actuación
policial tras el hallazgo del cuerpo, han dado lugar a detenciones importantes,
que, con el tiempo, veremos si se materializan, ojalá que sí, en el
procesamiento judicial sólido de los responsables, y posteriormente, con una
sentencia inculpatoria que demuestre todo lo sucedido a Raimundo en el fatídico
15 de diciembre.
Félix MacGrier
Criminólogo